Hola a todos, esperamos estén teniendo una excelente mitad de semana, aquí en la redacción de Asia~Stage seguimos recibiendo noticias e invitaciones de eventos para compartirles a ustedes lo mejor de la cultura nippona en la Ciudad de México. Hoy hablaremos de un tema muy importante en la tradición japonesa, la cual hoy aún en día además de ser considerada como un arte si no también una disciplina en la que se otorgan grados como en las artes marciales.
La planta de té fue introducida al Japón en el siglo IX por monjes budistas chinos en lo que se conoce como la primera gran importación japonesa de cultura, en donde se aprendió la escritura china hoy conocida como kanji, el juego de gô, la cerámica, el ajedrez, el tanabata y la gastronomía. En el momento que entra a la isla, el té ya era una popular bebida para disfrutar la tarde en China, lo cual primero se extendió a las clases altas japonesas y mucho posterior a las clases bajas. El té que se tomaba en aquella época era el té negro como lo conocemos ahora, producto de fermentar las hojas verdes del té durante un periodo cercano a un mes y luego crear una infusión con las hojas molidas.
No fue si no hasta el siglo XII que a monjes japoneses se les ocurrió el realizar la infusión con hojas sin fermentar, lo que ahora conocemos como té verde. El té verde se convirtió rápidamente en una bebida muy popular, y llegó a su clímax cuando en ese mismo siglo se descubrió lo que sucedía si se realizaba una molienda de las hojas después de un proceso de hervido y secado, dando como resultado la infusión que ahora conocemos como matcha (抹茶). Fue en ese momento que se comenzó a desarrollar la ceremonia del té (茶道 chadô), un ritual que exige la mayor concentración, delicadeza y elegancia por parte de sus participantes.
La etiqueta de la ceremonia del té es sencilla pero muy precisa, uno siempre debe estar sentado en seiza (de rodillas poniendo todo el peso del cuerpo sobre las piernas, los pies apuntando hacia atrás y la espalda bien recta), con las manos empalmadas sobre el regazo las mujeres y en los muslos en el caso de los hombres. La anfitriona (o anfitrión, aunque es más común que sea una mujer) preparará el té para sus invitados, para eso primero limpia todos los instrumentos a usar con un sabaki (un pañuelo comúnmente rojo que se dobla ocho veces), y colocará una cantidad precisa de polvo de matcha con una cuchara muy delgada, al cual luego se le agrega agua muy caliente. El té debe agitarse con un utensilio especial hecho con bambú haciendo giros en forma de 8, cuando se vea que se ha hecho espuma, se finaliza con un giro en forma de la letra japonesa no (の).
La cuchara delgada hecha con bambú permite medir perfectamente cuanto polvo de matcha se necesita para una taza.
El cuadro superior izquierdo muestra 2 lineas café, esas se deben entender como la cara frontal de la taza, se va girando hasta que quede de lado de nuestro anfitrión.
El primer invitado sin perder su posición de seiza se acerca al tazón y lo recibe, se disculpa con los demás invitados por ser el primero en tomar el té, realiza una reverencia a la anfitriona y procede a admirar la taza dándole tres jalones colocando la base en la palma izquierda y girando con la derecha, de tal manera que la cara con un dibujo quede viendo a la anfitriona. El té se debe tomar en 3 tragos cortos, finalizando con un gran sorbo ruidoso, cosa que sería vista de mal gusto en nuestro país. Se vuelve a admirar la taza y se regresa a la anfitriona para que sea limpiada y usada por el siguiente invitado.
La ceremonia del té ha servido como inspiración para grandes personajes japoneses, como el sabio del siglo XVI Sen no Rikyû, el cual creó el concepto de ichi go, ichi e (一期一会 Un encuentro, una oportunidad), con el cual vincula a la ceremonia con el amor japonés por lo efímero e irrepetible, siendo todo una oportunidad única en la vida. Actualmente es una costumbre de cortesía y buena educación el ofrecer té a los invitados en casa, sin la ceremonia tal cual que requiere realizar todos los movimientos de una forma artística, y no se limita en ofrecer matcha, si no tan bien se puede servir una enorme variedad de tés verdes, té negro, té oolong u otra infusión.
En México no es común el ver o participar de una ceremonia del té, pero tampoco es algo descabellado, ya que se puede tener la experiencia en los distintos festivales japoneses que se realizan a lo largo del territorio, en el Museo Nacional de las Culturas o en la Asociación México-Japonesa. Sin duda una expresión cultural que no sólo alimenta el gusto y la vista, si no también el alma.
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