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#Opinión | Hikkikomori: el arte del aislamiento

Escrito por Eli Morikawa

Cuando escuchamos la palabra “hikkikomori”, nos vienen muchas veces a la mente, imágenes de personajes de anime que, recluidos, casi como soldados en un bunker, tienen aventuras y desventuras que para el espectador nos parece divertidas, tristes o preocupantes. Cabe resaltar que muchas veces son divertidas –sino es que siempre- y esto con base en la necesidad que tiene la productora en proyectar esa imagen de la gente que vive en esta prisión domiciliaria por tiempo indefinido.

Hikkikomori, que significa literalmente “apartarse o estar recluido”, también se le conoce patológicamente como “aislamiento social agudo”. Se reconoce con este apelativo a las personas que abandonan completa o parcialmente su vida social debido a varios factores personales y sociales y que afecta más a hombres que a mujeres en Japón, como también al fenómeno sociológico. Aquí, en occidente, lo podríamos reconocer como agorafobia. Sin embargo, el Hikkikomori va más allá de este trastorno, pues no solo sufre de esta última sino de otras patologías como la depresión y la ansiedad que le impiden la libre socialización con otros individuos tanto de su círculo cercano (familiares o amigos) como de otras persona ajenas a este.

Algunos de estos hikkikomori pueden encerrarse en sus dormitorios o alguna otra habitación de la casa de sus padres o departamento solos por periodos largos, incluso años. Regularmente no tienen amigos, nadie conocido o no hablan con sus vecinos y se pasan la mayoría del día mirando su televisión, navegando en internet o jugando en sus ordenadores. Gracias a esta situación, también fueron denominados como “solteros parásitos” o personas que viven de “sopas instantáneas”, viviendo en casa de sus padres para estar más cómodos.

Estos personajes comienzan a tener síntomas de esta enfermedad social aislándose de manera gradual de su entorno. Son personas taciturnas y tristes con frecuentes escenas de depresión. Pierden sus amigos, se vuelven inseguros, tímidos y no tienen conversaciones amplias. Desafortunadamente, quizá uno de los factores importantes de su “patología” es el bullying que sufren en las escuelas. Muchos de estos personajes lo sufrieron y prefieren aislarse en una situación más favorable y estable para ellos.

Para las familias afectadas, regularmente se les considera un problema interno familiar, haciendo pensar a estos que el joven tendrá una pronta recuperación, que es una etapa de la vida de su hijo sin recurrir a ayuda psicológica. Por tradición social, la educación de los hijos corre a cargo de la madre, quien sobreprotege al afectado, mientras el padre no recurre a ayudar al mismo de alguna manera. Algunos de estos padres toman la opción de enviar a sus hijos al extranjero confiando que con esto el muchacho o muchacha se recuperen de la enfermedad. Sin embargo, legan el problema a las familias anfitrionas quienes no conocen del problema del enfermo. Así fue como el problema fue conocido en occidente.

Los afectados, al no tener conocimiento social del exterior, su único referente de la vida social fuera de su cárcel es la televisión o el internet, por lo que algunos carecen de referentes morales necesarios y adecuados, así como de perdida de habilidades sociales. Cuando este sale de su reclusión después de algunos años, tiene que afrontar el problema de haber perdido todas las habilidades sociales que tuvo antes de su reclusión, años de estudio entre otros problemas, lo que agrava su reintegración.

Los expertos japoneses sugieren, como tratamiento, no separarse del afectado pero sin invadir su espacio e intentar reincorporarlo a la sociedad de manera muy progresiva. Sin embargo, expertos occidentales sugieren una postura de firmeza para evitar directamente el aislamiento del afectado.

En cualquiera de los dos casos, la ayuda psicológica es primordial para el tratamiento de los que sufren de esta patología social y psicológica ya reconocida entre los expertos de varios países del mundo.

Desafortunadamente, no solo Japón tiene casos de esta enfermedad. Ya existen casos documentados en Latinoamérica y Europa, siendo el del Hospital del Mar de Barcelona donde se indagó más en el estudio de los afectados tomando el caso de varios de estos quienes tuvieron un promedio de 39 meses de aislamiento, siendo uno de los casos más agudos el aislamiento de una persona durante 30 años. Cabe destacar que, en la mayoría de los casos había una patología psicológica ajena al hikkikomori.

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Eli Morikawa