Hola a todos, esperamos estén teniendo una excelente mitad de semana. El día de hoy un servidor quiere reflexionar sobre un tema que ha rondando las redes sociales mexicanas desde la semana pasada y parece ser que no tendrá una conclusión pronta.
Hace un par de semanas el gobierno de Ciudad Juarez, Chihuahua, anunció que seguiría la propuesta de un grupo de jóvenes que le presentaron la idea al alcalde de proyectar el capítulo 130 de la serie de animación japonesa Dragon Ball Super en una plaza pública para que pudiera ser vista por miles, lo que provocó la felicidad de los seguidores del anime. Al poco tiempo del anuncio, otras alcaldías dieron el mismo anuncio en sus ciudades.
Todo fue risas y memes durante un tiempo, hasta que el distribuidor autorizado de la serie en América Latina, Crunchyroll, y el dueño de la misma serie, Toei Animation, anunciaron públicamente que no habían sidos notificados de dicho uso de su propiedad intelectual, y que no daban el permiso para realizar dichas proyecciones hasta que se tuviera una comunicación directa con ellos por parte de los gobiernos locales que pretendían realizar el evento.
Los siguientes días fue ver como miles de mexicanos sacaban su abogado interno para refutar el argumento de dichas compañías, y al mismo tiempo cientos de bares igualmente anunciaban la transmisión en sus locales. Al mismo tiempo la Embajada del Japón en México hizo envío de cartas oficiales como representantes de la empresa japonesa que anunciaba tener afectaciones, por lo que mucha gente lo empezó a comparar con la Primera Intervención Francesa en México, también conocida como “La Guerra de los Pasteles”.
El tema de los derechos de autor en Japón es mucho más delicado que aquí en el continente americano, ya que sus propiedades intelectuales fueron en gran medida la razón por la que este país pudo sobrevivir casi dos décadas de estancamiento económico, vendiendo sus productos intangibles en el extranjero.
La cultura de la pirateria en México y Japón es disonante; mientras que en México el producto pirata se busca presentar como el original, vendiéndolo con un precio mucho más inferior, en Japón se intenta vender como réplica. Tal vez la diferencia parece insignificante, pero creo de ahí nace nuestro amor por el producto barato y de “calidad”, ya que mucha gente se sintió ofendida por la negación de las empresas distribuidoras a entregar su producto de manera gratuita.
Uno de los puntos que más buscó Japón durante las negociaciones del Acuerdo de Asociación Económica México-Japón fue el respeto a los derechos de autor, ya que cuando se negoció este (entre el año 2000 y el 2004), Japón aún buscaba posicionar sus marcas de forma confiable con sus aliados, y de esa manera salir del bache económico de la deflación que sufrió durante toda la década pasada. Así que no nos debería sorprender que las notas diplomáticas se conviertan en serias demandas en un futuro, afectando presupuestos gubernamentales y cerrando negocios que buscaron tomar ventaja de una horda de gente apasionada.
Debo dejar claro que algunos gobiernos supieron gestar de manera adecuada el asunto, logrando que las proyecciones tuvieran los permisos necesarios; e igualmente debemos estar consciente que este es un caso aislado que difícilmente volverá a ocurrir, pero debería servir como antecedente sobre el buen funcionamiento de la adquisición de transmisión o producción en México de una obra con patente en Japón, y no una prueba de que con México no se puede negociar.