El pasado Viernes dió por concluida la serie de documentales titulada “México-Japón: En el país del Sol”; en esta ocasión, se enfocaron en lo más valioso de todo, que es, sin lugar a dudas, la relación de ambas naciones en los últimos 400 años. Con la introducción del Excelentísimo Embajador de Japón en México, el señor Akira Yamada comenzó esta última parte, iniciando con un pequeño resumen del primer capítulo, es decir, en el año 1609 cuando en la región de Onjuku, las pescadoras salvaron a la tripulación de Rodrigo de Vivero; al ser salvados, la misión del grupo fue vivir en la zona, donde las personas los adoptaron como parte de su familia. Posteriormente, se aborda el tema de la misión Hasekura, aprobada por el daimyo Masamune Date en el año de 1613; el viaje que dura 3 meses llega a Acapulco en Enero de 1614, pasando por Cuernavaca y la Ciudad de México, donde Hasekura tiene los acercamientos con el Virrey y el Obispo de México; enseguida, con una pequeña comitiva viaja a Sevilla, España donde busca el apoyo del Rey y el sumo pontífice y comenzar el establecimiento de un comercio directo y el envío de misioneros. En España se entrevista con el Rey Felipe III y en Roma entrega las cartas al Papa Paulo V. La embarcación regresa a México en 1617 y parte a Manila, donde al no recibir respuesta, regresa a Sendai; en 1620, Tsunenaga Hasekura fallece, siendo el primer japonés en cruzar el Océano Atlántico.
Pero vamos de regreso al mar, donde 260 años después, otro hombre llamado Francisco Díaz Covarrubias emprendió misión hacia tierras orientales, teniendo como objetivo China; sin embargo, problemas durante el viaje le hicieron desviarse a Japón, sin saber que, en ese momento, lograría colocar su nombre en la historia. La razón de la expedición fue para la observación del llamado “Tránsito de Venus”; Francisco llega a Japón en Diciembre de 1874 y ahí fue donde con sus datos precisos, recibió los elogios de sus colegas, no sólo de nuestro país sino del extranjero; le fueron otorgados 2 terrenos en la región de Yokohama y se iza la bandera mexicana; aunque aún no había relaciones diplomáticas, el primer acercamiento fue de forma científica. Una historia muy curiosa surge cuando una escuela en la región de Yokohama y una mexicana con el nombre “Francisco D. Covarrubias”, por la labor de los padres de familia mexicanos, han logrado establecer una especie de intercambio; uno de esos ejemplos lo hicieron cuando los niños de México le mandaron un video a los niños nipones, todo esto como parte de los 140 años de este acontecimiento.
Ahora nos vamos al Pacífico, donde después de la 2da Guerra Mundial, aparece una de las figuras literarias más emblemáticas, la del señor Octavio Paz, cuando viaja a Japón en el año de 1952; ahí se encuentra con su colega y posterior amigo, Eikichi Hayashiya, por lo cual, la segunda relación de amistad fue a través de la cultura y las letras; entre ambos realizaron la adaptación y versión de la obra “Oku no Hosomichi”, traducida como “Sendas de Oku” en 1957, basada en la obra del poeta Matsuo Basho; el texto está escrito en forma de diario de viaje, y detalla el viaje a pie, épico y peligroso, por el Japón feudal; en uno de los pasajes más memorables, Basho cuenta que “cada día es un viaje, y el viaje mismo es casa”; los beneficios de esta reunión fue que se logró el primer intercambio de jóvenes entre los países.
Pero a raíz de esto, es la figura de Diego Rivera la que aparece en esta relación, cuando conoce el trabajo de Taro Okamoto; la relación de ambos muralistas dió como resultado que se realizará en el Museo Nacional de Tokio la “Gran Muestra de Arte Mexicano”, misma que tuvo un grandioso éxito. Taro viajó más de 30 veces de su país natal a México, y posteriormente trabajó de 1967 a 1969 desarrollando un mural de 5.5 metros de altura por 30 metros de longitud, cuyas siete piezas originales estaban sentadas en bases móviles, en el lobby del Hotel de México. El artista sólo esperaba el día de la inauguración, para acudir a firmarlo. Por problemas financieros, la construcción del hotel fue suspendida, y el empresario Manuel Suárez, encargado de la obra, murió, lo que marcó el colapso del proyecto. La obra fue desmantelada y almacenada en algún lugar, que nunca se reveló. El artista murió en 1996 sin saber en absoluto de su trabajo.Pero no fue hasta 1995 cuando el espacio fue ocupado para el Centro de Negocios y Arte World Trade Center y el mural, que se encontraba en mal estado fue recuperado. Tras una prolongada búsqueda, Toshiko Okamoto recibió una llamada especial, en Septiembre del 2003: el mural había aparecido. Estaba en un depósito de materiales de construcción, en los suburbios de la Ciudad de México. El Museo Memorial y la Fundación para la Promoción del Arte Contemporáneo que llevan el nombre de Okamoto, así como un comité de 70 artistas, intelectuales y escultores japoneses, se propusieron recabar los millones de dólares necesarios para la restauración y el traslado de la enorme y pesada obra. La fundación obtuvo los derechos de la obra del artista y en 2005 culminó su traslado a Japón. Toshiko Okamoto murió en Abril de ese año y tampoco se cumplió su sueño de ver expuesta la obra de Taro, que finalmente se mostró al público en el verano del año 2006 en el distrito Shiodome de Tokio. Entre 2007 y 2008, el mural estuvo expuesto en el Museo de Arte Contemporáneo de esta capital. Sin embargo, al ser exhibida, el público japonés quedó tan maravillado que, la obra de Taro Okamoto ahora permanece en Shibuya, donde miles de personas pueden apreciarla; el trabajo lleva por título “Asu no shinwa” o traducido como “Mito(o mitología) del mañana”.
Con el paso de los años, las relaciones entre las naciones se han fortalecido; hay más de 700 empresas niponas trabajando en nuestro país y un ejemplo de ello, lo podemos encontrar en la empresa automotriz “Mazda”; en el documental, se visita una de las zonas ubicada en Guanajuato, donde se emplean a 5000 personas y los jefes, de ascendencia oriental, están impresionados por lo propositivos, serios y serviciales que son; además, cada uno busca innovar, así como ofrecer un servicio de calidad y con menos costo. El último paso de este viaje lo regresamos a Onjuku, donde en el año 2014, 10 jóvenes mexicanos viajaron a esta región; la razón de esta visita fue para enseñar cursos de idioma y cultura a la gente de esa zona; pero más allá de estas razones, las familias y los jóvenes convivieron, visitaron los lugares históricos y sobretodo, dichas familias los adoptaron como parte de ellos, dándonos un acercamiento de sociedad, no de gobierno, los adoptaron como sus propios hijos. Con las palabras de agradecimiento del Embajador de Japón en México, se da por concluida esta serie de documentales. Aprender de la cultura, siempre enriquecerá a nuestra mente, nos dará una visión completamente distinta de lo que pensamos o de lo que nos pueden llegar a decir; ojalá que, existan más materiales tan exquisitos y enriquecedores como los que presentó Conaculta Canal 22. El camino del guerrero solitario, a través de la hermandad entre naciones, continua…