Hola a todos, como siempre espero hayan tenido un excelente fin de semana y mucho éxito a todos los chicos de la UNAM y el IPN que empezaron clases esta semana.
Como cada miércoles en Asia~Stage les queremos platicar un poco sobre el país del naciente, y el día de hoy es recuerda un acontecimiento que cambió el mundo para siempre, hace 69 años a las 8:45 am hora local de Japón, el avión B59 Elona Gay de la fuerza aérea de los Estados Unidos lanzó sobre la ciudad japonesa de Hiroshima un arma que jamás se había visto en este planeta, la bomba atómica. Con nombre clave “Little boy” (niño pequeño), estalló con la fuerza de 13 mil toneladas de dinamita, encendiendo una luz tan resplandeciente como mil soles, matando a 30 mil personas en un segundo, 100,000 más por las heridas causadas en los días posteriores y miles más por los efectos de la radiactividad.
Tres días después, el 9 de agosto de 1945, ante la persistencia del gobierno japonés de seguir luchando, se lanzó una segunda bomba sobre la ciudad japonesa de Nagasaki; con nombre clave “Fat man” (hombre gordo), estalló con la fuerza de 22 toneladas de dinamita; siendo su objetivo original la ciudad de Kokura, el avión B59 bautizado Bockscar tuvo severos problemas durante el vuelo, encontrándose con una gruesa capa de nubes que cubría Kokura y no le permitiría apuntar en su blanco, retomando el camino a la base de inicio recibió instrucciones de lanzar la bomba sobre un objetivo secundario, Nagasaki.
Es aquí donde comienza la historia de Yasuaki Yamashita, un artista plástico japonés que ha residido en México desde el infame año de 1968 y quien guardó un secreto durante casi 30 años, a la edad de 6 años él junto con su madre y su hermana presenciaron la destrucción de su casa y toda la ciudad de Nagasaki a las 11:01 am de ese fatídico día.
Yamashita al igual que muchos sobrevivientes que por fortuna no padecieron algún síntoma evidente de haber sido afectados por la radiactividad de la bomba, guardó silencio sobre su experiencia a su llegada a México, debido al trato que recibieron los hibakusha (nombre que se les dio a los afectados por la bomba en japón) parecido al que recibirían portadores de plagas mortales. En 1995 persuadido por su hijo mayor, habla por primera vez frente alumnos que estudiaban los efectos de la radiación en los seres humanos en una universidad en México, desde entonces cuenta su historia sin pena y buscando que la humanidad jamás olviden a Hiroshima y Nagasaki.
Narra que se encontraba jugando en el patio de su hogar paterno cuando apareció en el cielo el avión Bockscar, lo cual no preocupó a la madre de Yamashita debido a que sólo era un avión. En ese momento un anunció de emergencia fue escuchado por la hermana mayor de Yamashita, por lo que su madre intentó llevarlos a un refugio que tenían en la casa, pero justo en ese momento una luz segadora lo cubrió todo, la casa se derrumbó sobre ellos y todo fue caos. Cuando la explosión terminó, se encontraron malheridos todos ellos pero con vida, se dice que a pesar de que la segunda bomba que fue lanzada era más poderosa por ser de plutonio a diferencia de la bomba lanzada sobre Hiroshima que era de uranio esta no provocó mayor número de bajas debido a que fue lanzada con prisa por el avión que se quedaba sin combustible y cayó en una cordillera montañosa.
Los días siguientes a la explosión cuenta Yamashita, fueron una rutina que incluía la búsqueda de cuerpos, la incineración de ellos y la busqueda de alimento. El padre de Yamashita, quien se encontraba trabajando en el puerto al momento de la explosión, ayudó con las tareas de incineración y sufrió el destino de muchos de los sobrevivientes, entrando en coma por una embolia cerebral y muriendo 10 años después en estado vegetativo a consecuencia de la radiación.
El testimonio de Yamashita es una de las tantas historias que se pueden escuchar sobre Hiroshima o Nagasaki, habiendo cientos de miles más que no se pueden escuchar; y México después de la segunda guerra mundial tomó muy en serio la amenaza nuclear después de la guerra y la importancia de incluir a Japón en el nuevo orden mundial que se vendría, siendo de los primeros países aliados con quien volvió a tener relaciones diplomáticas y siendo el mayor promotor del llamado Tratado de Tlatelolco, con el cual desde 1969 está prohibido la producción de armas nucleares en latinoamérica, siendo un momento clave ya que tanto Argentina y Brasil ya tenían un plan armamentista.
Sin duda los días 6 y 9 de agosto vivirán para siempre en la memoria humana, luchar porque jamás se repita, y soñar que algún día la flama del cenotafio de Hiroshima sea apagada anunciando un mundo sin armas nucleares; Yasuaki Yamashita se presentará el próximo 14 de agosto en la Dirección de estudios históricos del INAH.
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