Japón Relatos

#Relatos | “Masacre Otaku”

Escrito por Eli Morikawa

Tomohiro Kato podría parecer, para los demás, una persona cándida y tranquila. Para sus compañeros de trabajo, era todo un fracaso.

Después de no ingresar a la universidad que deseaba y convertirse en un ronin de la sociedad, o sea, una persona llena de infortunios académicos, intentó comenzar una vida normal dentro de un trabajo novedoso para él en un taller automotriz. Sin embargo, los mal tratos de sus compañeros que lo veían como un otaku y el olvido de su familia y su jefe directo, provocó en Kato un aislamiento tal, al grado de recluirse en los foros de internet en donde publicaba periódicamente por medio de su teléfono móvil.

Kato, poco a poco, comenzó a sentirse más y más abatido. Aquella tarde cuando sus compañeros le jugaron una de las tantas bromas que provocaban en él un enojo profundo y un silencio aún más hondo, Kato pensó que sus jefes ya no necesitaban más su trabajo. Entró en los baños al terminar su jornada y se miró en el espejo. “Soy una persona horrenda”, pensó, “ni siquiera merezco atención, al menos la basura es reciclada, yo no puedo llegar a ese nivel”.

Rápidamente, al llegar a casa y como siempre lo hacía, se recluyó en los foros de internet donde desahogaba todos sus pesares. Recordó justo lo que había pensado y comenzó a teclear desesperadamente justo las mismas palabras que había reflexionado.

“No tengo ni un solo amigo y tampoco lo tendré en el futuro. Seré ignorado porque soy horrendo. Valgo menos que la basura porque al menos la basura es reciclada”.

“Si hubiera tenido una novia, no hubiera dejado de trabajar.”

“Jamás me hubiera vuelto adicto a mi teléfono móvil. Cualquier persona que alberge un poco de esperanza en su vida, posiblemente no me entienda”.

Un nuevo día arribaba cuando el sol pego contra la cara de Kato mientras hablaba con su jefe.

– Me han acosado desde el comienzo. No puedo soportarlo más.

– Es lamentable la situación, pero debe comprender que tiene que socializar más con sus compañeros de trabajo, no podemos tener una alegato contra ellos solo porque usted dice que le han molestado desde el inicio de su trabajo…

– Pero, es más que evidente. Realmente no lo soporto más y pienso renunciar.

– ¿Está seguro de sus palabras, señor Tomohiro?

– Más que seguro, estoy harto.

Aquellos tres días eran insufribles, llenos de tanto odio y rencor por todo y todos los que le rodeaban. Comenzó a buscar en tiendas diversa variedad de cuchillos y utensilios de cocina con filo para poder perpetrar su plan.

Encendió su PC y comenzó a teclear como siempre en los foros de internet:

“Mañana comenzaré a matar personas en Akihabara. Sea quien sea. Usaré mi camión y los arrollaré hasta donde pueda hacerlo. Acuchillaré a quien se ponga en mi paso.”

No esperó respuesta y enseguida lo invadió un sueño aletargado que muy por dentro desearía fuera para siempre.

La mañana del domingo del 8 de junio de 2008, Tomohiro Kato dejó estacionado su camión blanco cerca de unas calles contiguas al distrito de Akihabara. Aquel domingo, como cualquier otro, las calles estaban cerradas para dar promoción a los comercios diversos que venían tecnología y servicios diversos. Las calles abarrotadas de gentes, chicas en trajes de sirvientas regalando amablemente pañuelos de papel con la tarjeta del café donde trabajaban. Tomohiro miró a ambos lados de la calle y comenzó a caminar sobre la misma bolsa en mano con los cuchillos que había conseguido.

Se abalanzó sobre un joven que miraba un aparador y enterró el cuchillo en su costado. Ante el grito, un joven que pasaba, comenzó a llamar la atención de las personas para ayudar al joven que comenzaba a desangrar en el suelo. Este recibió otra puñalada en la espalda.

Ante tales ataques, la gente comenzó a arremolinarse para atrapar al hombre que, visiblemente, ya no cabía en sí de su locura. Un anciano trató de contenerlo, pero también recibió una puñalada mortal. Las sirenas comenzaban a sonar a la lejanía y Kato tenía que huir como fuera posible. Sin dudarlo, Kato lanzo algunos navajazos al aire y comenzó a correr sobre las calles con la policía pisándole los talones. Rápidamente fue contenido por varas electrificadas y levantado en una patrulla de la policía tokiota para su detención.

La noticia fue bomba en todo el mundo. Nadie había tenido una idea tan certera después de la masacre de Osaka, un año antes. Que se repitiera era, en extremo, un foco rojo en la obtención de los cuchillos con los que se ocasionó la muerte de siete personas y en el que 11 personas fueron atendidas por heridas de gravedad.
Tomohiro cumplió su sueño, fue sometido a un juicio severo y condenado a muerte el 12 de septiembre de 2012. Aun puede apelar esta sentencia, sin embargo, aún no está en facultades de saber o no la misma.

Sobre el autor

Eli Morikawa